No habrá furgonetas de reparto por las calles. Volarán en silencio los drones y circularán vehículos autónomos capaces de cumplir los encargos con absoluta precisión. Gigantescos camiones automáticos o pequeños robots con ruedas como el de Starship Technologies, de los fundadores de Skype. Las entregas a domicilio y el transporte comercial también se suben al futuro.
Aprovechando la inercia, algunas marcas de coches tradicionales se apuntan al viaje. Como General Motors con su plataforma móvil SURUS, o Toyota, que lo apuesta todo a su vehículo autónomo y modulable e-Palette, recién presentado y aún en fase de desarrollo. Diseñado, según la propia marca, “para una gran variedad de propuestas de movilidad y de servicios”. Podría parecer un mero contenedor con ruedas (los hay de tres tamaños), pero es un sistema de transporte modular, 100% eléctrico, completamente personalizable y equipado con el software de conducción autónoma de Toyota.
A partir de esa base, podría utilizarse para entregar paquetes, como tienda móvil, como habitación de hotel, para el transporte de pasajeros o para repartir pizzas… Los ejemplos los sugiere Toyota, y no por azar: la marca japonesa se ha aliado con gigantes como Uber, Mazda, Amazon o Pizza Hut para dar forma al proyecto. El objetivo, más allá del complejo asunto de la legislación sobre vehículos autónomos, es que el e-Palette esté listo para los Juegos Olímpicos de Tokio (2020).
El reparto de pizzas parece un territorio interesante para los experimentos. Ford empezó a hacerlos en agosto de 2017 en colaboración con Domino’s Pizza, en la ciudad de Ann Arbor, cerca de Detroit (EE UU). Allí, un Focus híbrido y autónomo se hace cargo de algunos pedidos, siempre con un ingeniero a bordo, y los clientes pueden seguir el rastro con la app Domin
A partir de esa base, podría utilizarse para entregar paquetes, como tienda móvil, como habitación de hotel, para el transporte de pasajeros o para repartir pizzas… Los ejemplos los sugiere Toyota, y no por azar: la marca japonesa se ha aliado con gigantes como Uber, Mazda, Amazon o Pizza Hut para dar forma al proyecto. El objetivo, más allá del complejo asunto de la legislación sobre vehículos autónomos, es que el e-Palette esté listo para los Juegos Olímpicos de Tokio (2020).
El reparto de pizzas parece un territorio interesante para los experimentos. Ford empezó a hacerlos en agosto de 2017 en colaboración con Domino’s Pizza, en la ciudad de Ann Arbor, cerca de Detroit (EE UU). Allí, un Focus híbrido y autónomo se hace cargo de algunos pedidos, siempre con un ingeniero a bordo, y los clientes pueden seguir el rastro con la app Domino’s Tracker. Para recoger su pizza de un compartimento ubicado en la parte trasera del coche solo tienen que usar el código enviado por la aplicación.
Mucho más espectacular es el proyecto de la startup sueca Einride, cuyo vehículo 100% eléctrico puede circular sin intervención humana o manejarse por control remoto. De modo resumido: el T-Pod es un camión, pero no tiene cabina ni asiento del conductor ni parabrisas. El prototipo mide alrededor de siete metros de longitud, puede cargar 15 palés de tamaño estándar y ofrece una autonomía de unos 200 kilómetros. Y la empresa, sobre el papel, muestra optimismo: para 2020 quiere disponer de una flota de 200 camiones.
El objetivo no parece descabellado: la tecnología existe (en una fase ya avanzada), las carreteras están preparadas y hay envíos por hacer. Otto, el camión autónomo de Uber, recorrió en octubre de 2016 casi 200 kilómetros entre Fort Collins y Colorado Springs (Colorado) para transportar 45.000 latas de cerveza.