De acuerdo con esta teoría de «codificación predictiva», para cada uno de los niveles de un proceso cognitivo el cerebro genera modelos, o creencias, sobre la información que debería recibir del nivel inferior. Estas creencias se traducen en predicciones sobre lo que debería experimentarse en una situación concreta, y ofrecen una explicación óptima de lo que ocurre para dar sentido a la experiencia. Las predicciones retroalimentan a las regiones cerebrales sensoriales de un nivel inferior. El cerebro compara sus predicciones con la información sensorial que recibe para «explicar» cualquier posible diferencia o error de predicción. Para ello aplica sus modelos internos, que determinan las causas probables de las discrepancias. Por ejemplo, podemos tener el modelo interno de una mesa como una superficie plana que se sostiene sobre cuatro patas; aun así, somos capaces de reconocer una mesa aunque un objeto tape su mitad.
De esto se deduce la capacidad predictiva del cerebro humano, lo que podría asimilarse a cómo ésta se estableció después de la experiencia, encontrando que primero fueron la sensopercepción, la representación e imaginación y luego las significaciones y los sentidos de la consciencia, la decisión y la acción. Estos puntos todavía siguen siendo discutidos e investigados por las neurociencias; luego es muy posible que sea así, puesto que en los animales no hay significación, mas sí sensopercepción y representación
Orden, Desorden, Complejidad y La Supuesta Lógica Inconsciente
El universo se concibe en un equilibrio dinámico entre el orden y el desorden; el primero, como la palabra orden nos lo indica, se refiere a la manera de estar colocadas las cosas (materia-energía) o sucederse en el espacio o en el tiempo cuando están sujetas a una regla o norma. En esta concepción hay una secuencia de la materia y de la energía con equilibrios o armonías dinámicas que integran un conjunto. El término “orden” se utiliza en forma distinta en el mundo externo cosmológico o en el mundo terrestre, físico, químico, genético, físico, psicológico y económico social. Cuando no existe el orden vienen el desorden, la confusión, hasta llegar al caos para luego nuevamente constituirse un nuevo orden.
Las emociones están asociadas a importantes funciones cognitivas. Nos permiten tomar decisiones (Damasio 1995); sin emociones permaneceríamos indecisos, incapaces de tomar decisiones. Las emociones también actúan sobre nuestro estado mental, nuestras creencias e intenciones. Influyen en nuestras acciones y reacciones (Fridja 1986, citado en Scherer 2000). Las expresiones de las emociones son fuertes señales sociales. Nos permiten señalar nuestras intenciones y acciones futuras a quienes nos rodean (típicamente son señales de agresión o seducción?) (Feldman y Rimé 1991, citado en Scherer 2000).
Hay tres enfoques principales para caracterizar las emociones. Estos enfoques difieren en la forma en que conciben el vínculo entre el evento que desencadena la emoción, su evaluación y las expresiones de la emoción. La teoría discreta (Ekman 2003) sugiere que existe un programa neuromotor innato que desencadena respuestas motoras a los eventos independientemente de la evaluación cognitiva del evento. La teoría habla de seis emociones básicas: alegría, asco, ira, miedo, tristeza y sorpresa.
Los estudios han demostrado que estas expresiones son universalmente reconocidas y utilizadas para traducir estas emociones. Paul Ekman y sus colegas (2003) han presentado fotografías de estas expresiones faciales en un gran número de culturas diversas. También pidieron a los sujetos de estas culturas que identificaran las expresiones correspondientes a estas seis emociones. Estudios posteriores han revelado que estas seis expresiones son universalmente decodificadas y utilizadas. Paul Ekman (2003) introdujo el concepto de reglas de visualización que indican qué emoción puede expresarse, cuándo y a quién. Estas reglas difieren enormemente de una cultura a otra y tienen un impacto directo en la expresión de las emociones.
La teoría dimensional de las emociones describe las emociones no como entidades discretas sino como entidades continuas en un espacio dimensional. El modelo dimensional más común es el modelo circomplejo de Russell (1980) que considera dos dimensiones: activación (débil vs. fuerte) y valentia (negativa vs. positiva) . Una emoción corresponde a un punto en el espacio representado por estas dimensiones. Otro modelo de PAD, también muy utilizado, caracteriza el espacio de las emociones en tres dimensiones (Mehrabian 1996). Además de las dos dimensiones del modelo del circomplejo de Russell, se añade el eje de sumisión/dominio. Uno de los problemas de la representación del modelo de Russell es la no distinción de las emociones de ira y miedo. De hecho, las emociones de ira y miedo se caracterizan por una fuerte activación y una valencia negativa. Sin embargo, la ira está ligada a un sentimiento de control sobre la situación, lo que no ocurre con el miedo. El modelo PAD captura esta distinción. Recientemente, un estudio ha demostrado que se necesitan cuatro dimensiones para representar sin ambigüedades las emociones (Fontaine et al. 2007). Este modelo permite diferenciarlos con precisión entre sí. Las cuatro dimensiones son: valencia, activación, grado de control y grado de lo inesperado.
De cualquier forma Ser creativo es encontrar soluciones donde otros solo encuentran problemas, así que la clave mas que otra cosa quizá sea desarrollar la imaginación al máximo sacando el potencial guardado ya sea leyendo libros o por medio de técnicas creativas o una de las mas efectivas es, viajando.